RODOLFO KUSCH

"Kusch fue un zapatista anticipado"  
Entrevista a Jorge Rulli

Por María Eva Belza
 
Rodolfo Kusch
Jorge Rulli, quien fue discípulo de Rodolfo Kusch en los años setenta, nos trasmite desde su experiencia personal facetas decisivas del pensamiento y la vida de su maestro. Rulli es uno de los principales referentes de la lucha contra el actual modelo agroexportador argentino y la globalización; también es fundador del Grupo de Reflexión Rural que inició en la Argentina la denuncia de los transgénicos y los efectos nocivos de los agroquímicos sobre la salud.

María Eva Belza: ¿Cómo conociste a Rodolfo Kusch?
Jorge Rulli: En una de las asambleas de Ramos Mejía, a principio de los años setenta. Se me acercó una docente y se presentó. Era Coca Martínez. Me dijo que era amiga de un pensador al que quería que yo conociera. Me invitaron a un locro en la calle Cangallo, frente al sindicato de FOETRA. Ahí lo conocí al alemán, a Gunther Rodolfo Kusch. Me pareció un tipo macanudo. Le hablé del proyecto cultural que teníamos en La Matanza, donde ya habíamos apalabrado a casi 150 artistas y capacitadores. Él se entusiasmó y se ofreció a ayudar, así que empezó a venir a La Matanza. La idea era poner en marcha un espacio para la renovación y promoción de la cultura popular en base a campeonatos de truco, guitarreadas, verduleras, barriletes. Esa era la idea central, buscar una Cultura con mayúscula, en la gente misma. Todo lo contrario a lo que habitualmente se dice: que la cultura es lo que la clase media le lleva a la gente.
MEB: ¿Al pensamiento de Kusch llegás por medio de tu relación personal con él o por la lectura de sus libros?

JR: Él me presta un libro, América profunda. Pero antes leí otro: Pensamiento indígena y popular en América Latina. Y después lo empiezo a ver seguido, lo voy leyendo y escuchando. Era un tipo que hablaba constantemente, un maestro. Y era muy compinche, muy loco. Rodolfo era peronista. Buscaba un cambio, pero no a través del marxismo y el socialismo, que era desde donde se hablaba en esa época. Él era mucho más subversivo y plebeyo, en el sentido que reconocía al estar frente al ser. Ahí empezaba esa manera de pensar que él exponía y se manifiesta en que los europeos han llegado al ser, pero han olvidado su estar. Mientras nosotros permanecemos en el estar sin poder alcanzar el ser, porque no nos dejan ser como deberíamos: desde nuestro estar. Y de allí la necesidad del arraigo y toda esta cuestión que viene de la América profunda, de los pueblos indígenas. Los aztecas, cuando dibujaban al hombre, lo dibujaban con una cola de mono a la tierra, que en realidad era una raíz. El hombre era tal en la medida en que estaba enraizado. El hombre no es algo diferente al medio ambiente, sino que el hombre tiene una raíz en el medio ambiente. Esta es una de las intuiciones a las que con el pensamiento de Rodolfo Kusch le podemos dar una forma más explícita.
Cuando comenzó el gobierno popular, empezamos a vernos menos. La tormenta nos lleva a diferentes lugares. A mí me llevó al campo en San Pedro y él se fue a Salta. Me avisaba cuando venía a Buenos Aires y a veces nos encontrábamos. No siempre se podía hablar con él. A veces andaba rodeado de marginales a los que llamaba “informantes”: borrachos, putas, toda esa cuestión porteña.
            MEB: ¿Y había diferencias entre ustedes? ¿De miradas, del análisis de la coyuntura?
            JR: No. Bueno, quizás en el tema de Isabelita. Porque naturalmente él era mucho más comprensivo y paciente desde esta mirada de lo popular para esperar algo. Yo era mucho más duro, impaciente. Creo que ahí había matices. Él no era tan crítico, yo era bastante crítico y despreciativo con ella. Kusch era un personaje que convocaba, muy querido y muy polémico también. Se peleaba con todos sus amigos. Pero era parte de un juego que a veces, como era alemán, lo ponía mal. Entonces yo siempre cuando veía que llegaba el momento, me iba. Pero de pronto, a los que no manejaban esto, les terminaba tirando con la damajuana por la cabeza, porque era muy colérico. Siempre las discusiones eran en el terreno de la filosofía. Era un tipo peleador. Y le daba al vino. Se sentaba en la cabecera de la mesa, con la damajuana abajo y te servía, y dale y dale con la filosofía. Gringo, bien gringo.
            MEB: ¿Los militantes de aquella época lo leían a Kusch?
JR: Esa generación no supo apreciar a Kusch. Estaban metidos en el paradigma castro-marxista. Peronistas pero “revolucionarios”. Decían que Kusch era peronista pero filósofo, que estaba perdiendo el tiempo. También decían que era un poco fascista, sobre todo porque se apoyaba en Heidegger. El tema era que él estaba rodeado por la gente de Guardia de Hierro. Y Kusch no entendía de política. Justamente él me pide que yo vaya a Salta. Me dijo “Rulli, te necesito como conducción política, porque yo no sé cómo manejarme con esta gente, me tienen estrangulado”. Lo rodeaban, le usaban el nombre.
Kusch viene de la escuela de tipos que evadieron el reconocimiento público y que se fueron a vivir a las aldeas. Como el escritor John Berger hoy, que vive en una aldea francesa, como un campesino. Y además te lo dicen, como Kusch lo decía, como Heidegger lo decía y Berger lo dice: no quieren ver a nadie que tenga título universitario. Cuando quieren hacer pensamiento, se van al boliche a tomar vino con los campesinos.
MEB: ¿Cómo si se tratase de una renuncia?
JR: Sí, pero más: una búsqueda de lo profundo, de lo que el común de la gente no puede apreciar en una persona de pueblo. El “informante” de Kusch de pronto era una viejita que tenía una farmacia y Kusch se ponía a contarle las dolencias que tenía, todas ficticias. Se enganchaba una hora con la viejita, tratando de registrar, de grabar con la mente el modo en que la viejita le hablaba. Era un investigador nato.
MEB: En cuanto al paradigma que imperaba en esos años, tan signado por la lucha armada, ¿qué posición tenía Kusch?, ¿lo discutió alguna vez con vos?
            JR: Sí. Una vez estuvieron discutiendo en su casa Santucho y dos más de la conducción del ERP. Hay una foto. No es casualidad, porque la rama previa viene del hermano mayor que era kuscheano, que era del FRIP. Roberto se juntó con Kusch y tuvieron una discusión muy dura, pero con respeto. Kusch era muy rebelde, muy de abajo. Yo creo que se anticipó. Era una época donde el proyecto revolucionario era un proyecto de la modernidad: racional, secuencial, donde la revolución proponía aparatos como el de Montoneros, FAR, ERP, que eran casi industriales. Entonces, Kusch ahí quedaba como alguien que te escupía el asado. Se convirtió en un peligro, entonces lo tildaban de fascista y los otros trataban de secuestrarlo, de usarlo y de castrarlo.
MEB: ¿Dónde pensás que radicaría hoy la incomodidad del pensamiento de Kusch?
JR: Sigue siendo muy parecida, en la medida en que el progresismo desarrollista gobierna. Kusch sería visto como un cuestionador de todo esto. Kusch podía hasta comprender al “Brujo” (López Rega). Esto no significa que lo apoyara, pero entendía toda esta cosa extraña del mestizaje. Era bastante permisivo ante estos personajes siniestros. Kusch era un pensador. Se detenía, escuchaba, comprendía.
MEB: ¿Cómo sería revindicarlo hoy, sin caer en el academicismo, haciendo algo desde el estar?
JR: Yo me lo imagino hoy a Kusch y creo que sentiría un gran rechazo por toda esta cosa de la modernidad de Cristina. Pero hay un costado de Cristina, oscuro, mestizo, es lo que seguramente Kusch valoraría como algo digno de estudio. Eso era algo que a veces me molestaba de Kusch, que se detenía a ver ese costado como grotesco. En algunas cosas de Cristina se expresa el lado indio, ahí se expresan todos los complejos de aquel injerto y esto a Kusch lo fascinaba. Me acuerdo cuando fuimos los dos a ver al director de cultura de Jujuy, un montonero. Ninguno de los dos hablamos, el director estuvo una hora y media explicando sus proyectos. Se proponía industrializar Jujuy: reemplazar los telares de palo por telares mecánicos, y los tintes naturales tomados del bosque y del monte, por tintes industriales. ¡Kusch salió con una tristeza! Claro, le estaba haciendo un daño terrible, queriendo liquidar las raíces culturales, “con las mejores intenciones”. Y ahí, Kusch como pensador, se situaba con una paciencia que yo no encontraba.
Kusch creía que los frutos del mestizaje, que somos nosotros, no tienen un rostro propio. Están camuflados. El árbol, él decía, fue troncado por la conquista española. Las raíces son americanas, pero el tronco que sigue es como un injerto. El tronco no es lo mismo que las raíces, pero las raíces americanas son las antiguas. Sobre esto hay un tronco que ha dado frutos. No ha llegado el tiempo para que los frutos tengan su propio rostro. Este es el discurso zapatista: Nos cubrimos para revelarnos. El comandante Marcos dice: “nosotros no nos ponemos antifaz para enmascararnos; nosotros nos ponemos antifaz para desenmascararnos, porque no llegó la hora de mostrarlo, porque no lo tenemos”. Este es un pensamiento totalmente kuscheano. No es la hora de América; estamos creciendo, desde el tronco, desde el estar, tratando de ser. Pero todavía no llegó la hora de ser. Lo único que podemos hacer es ayudar a que llegue esa hora, desde el estar, no copiando otras formas del ser. Esta es una lucha larga. Kusch no tenía un objetivo personal, no se proponía ser ni ministro ni diputado, era un gran pensador y disfrutaba pensando estas cosas. Yo creo que era un zapatista anticipado, porque dijo las mismas cosas, pero las dijo mucho tiempo antes.

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