Homenaje al Flaco Spinetta

Por Lemmi
CASTOR BLANCO
Por Mariana Aron

William Blake decía que los coletazos de las ballenas y el rugido del león eran porciones de eternidad. Luis Alberto Spinetta es la eternidad.
Alberto es la publicidad de lo eterno. La única manera de tener orgasmos cósmicos. Su poesía huele a delicia y a polvorones de mescalina; poesía con un ojo tecno-científico del conocimiento ordenado que observa al universo y que, al percibirlo, lo hace existir. En su poesía, el gato está vivo y muerto.
Spinetta escribió sobre el cuerpo como lacrimal, la ley y el magnetismo. Sobre magia, sobre la materia de los sueños, sobre el ojo que mira el magma, sobre el salvaje sueño del mono, la energía etérica, el Súper Yo y sobre el terrorismo emocional. Sobre los portadores de tormentas, sobre criaturas de Tao y alquimia. Sobre el éxtasis. Sobre este mundo lleno de odio, muerte y malas artes. Sobre la oda a la libertad burguesa que yace ahogada en su propia baba. Sobre el hombre imperfecto que está solo, porque la perfección lo pudrió de aburrimiento. Sobre los nuevos avances de la física en el estudio de la gran teta del universo y el rotundo fracaso científico respecto del pene pequeño de la nada. Escribió sobre la simulación de los poderes; sobre cómo la derecha toma cosas de la izquierda y viceversa; cómo están todos en la misma bolsa. Solidario con las necesidades humanas, más que con las ideologías. En contra de lo Institucional, porque observó que lo Institucional es el lugar en donde empiezan a aparecer las mentiras en nombre de la verdad. Con un poder en el escenario desde el alma, contrario a ese poder de someter a la gente, absolver y condenar. Hay dos verborragias: la que habla todo para tapar su vacuidad de concepto y la que habla todo para desnudarse. Pero la esclavitud es una dificultad casi absoluta.
Ya saben el Rock Nacional es una mierda, se murió y está enterrado. Usted lo vela todos los días en su televisor, DVD, radio o lo que sea. Y, por favor, no me pongan más “Rezo por vos”, con ese gordo tarado que asiste al ocio de los esclavos crónicos, la puerilidad, vejez prematura de la imaginación, la rebeldía y sus furiosos deseos de abolir el azar. Ese idiota sólo tiene una “sensación”, como cuando el pejerrey sale del agua atrapado por un anzuelo y chapotea sobre la tierra. A lo sumo tendrá una “sensación”, una rara “sensación”.
Fito Páez, otro que vive por encima, por fuera o por dentro de la “realidad”, según le convenga. Para desnudar su visión posmoderna basta con observar qué cosas escribe con comodidad y complacencia. Su primer acto literario fue un Twitter en primer grado, tenía que armar oraciones con una listita de palabras K; le salió todo solemnemente agrio, flojito y genuflexo. La realidad se le agotó en un eslogan. Dále punk a tu vida, Fito.
En un tiempito más, estos pelotudos van a pasar a ser misterios órficos, luces que nacen y mueren/ ya no quedan más amigos de lo eterno… y nosotros los vamos a olvidar.
El verdugo se afila la barba y las palabras ruedan al piso. La clave para atravesar la Era K es tener el oído abierto al misterio, al secreto. Tener un oír heracliteano. Ya lo dije una vez; los discos de Spinetta esconden el secreto del universo. La gran desdicha del pensar es estar preso del percibir, pero ese escuchar primogénito es escuchar al misterio. El flaco anuncia, después de la noche, llega el alba; mientras te rompe el cerebro en pedazos y lo tira en una resortera de quásares y cometa. Estamos arrojados y desamparados en este mundo de mierda. No creas que ya no hay más tinieblas /Tan sólo debes comprenderla/Es como la luz de primavera. No importa la revuelta, ni la ideología, ni la poesía, aunque la poesía se salvó porque existió Spinetta. Las palabras son una herramienta del diablo para hacernos creer en lo que no entendemos. La palabra destruye la hechicería. El poder del símbolo vence al poder del hecho. Él escribió: “Mi mente es un insecto al que tolero porque me habla.”
Pienso en lo mucho que lo quiero, en que se fue a bailar y un pedazo mío se fue a bailar con él. Yo aprendí que es inevitable amar a quien te hace pensar y así como están esos tipos que ven ovnis y ven su propia evolución, yo veo al Flaco y veo al Castor Blanco /tan frágil que tiene como vos, que transformarse.

Toda la ternura.

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